El peor varapalo electoral de Erdogan

erdogan y su yerno

Unas elecciones locales nunca han tenido tanto impacto político como las celebradas en Turquía el domingo pasado.

La alianza de la oposición ganó las tres ciudades más importantes: Ankara, Estambul e Izmir, pero también Antalya, tan importante para el turismo. Erdogan intenta minimizar esta derrota al afirmar que su coalición ha tenido la mayoría de los votos, que ganó nuevos ayuntamientos, incluso en territorio kurdo, mientras lidera una política represiva contra la comunidad kurda.

Sin embargo, estos argumentos no logran convencer a los observadores. Esta es una verdadera derrota electoral para Erdogan, la primera desde que llegó al poder. Es importante porque había vinculado el lanzamiento de una operación a gran escala en Siria con estos resultados, con la esperanza de movilizar a los votantes. Esta derrota lo debilita en su deseo de jugar con los árbitros en la crisis siria. ¿Es esta la señal de un simple desgaste de potencia? Está permitido dudarlo.

La economía es una explicación seria. El crecimiento se ralentiza seriamente y la moneda turca, atacada tras el enfrentamiento con los EE. UU., se ha devaluado, de hecho, con el poder adquisitivo de los ciudadanos. El éxito económico de Erdogan (una alta tasa de crecimiento por encima del promedio de ahorro de peso equivalente, estabilidad monetaria, disminución del desempleo) fue un escaparate de su poder y este argumento funcionó durante mucho tiempo. Como los resultados actuales son menos brillantes, es normal que los votantes rechacen, especialmente en las grandes ciudades que concentran la mayor parte de la actividad, ya sea turismo o industria.

Responsable de una de las mayores crisis en la economía turca y del mayor desplome de la lira conocido hasta ahora es Berat Albayrak, yerno del propio Erdogan. Ya desde 2004, según explica el País, ha protagonizado distintos escándalos. Así, ese mismo año Albayrak fue nombrado representante para EE UU del grupo Çalik —uno de los mayores conglomerados empresariales de Turquía— y tres años más tarde, cuando regresó a su patria, ya era el director ejecutivo de la empresa. Desde ese puesto empezó a demostrar su valía para Erdogan, primero, al adquirir en 2008 el grupo Sabah-ATV, que confió a su hermano mayor, y se convirtió en el primer gran altavoz mediático de Erdogan en un momento en que buena parte de la prensa estaba en su contra. Más tarde, en 2013, fue quien diseñó el plan de venta que permitió a Çalik deshacerse del grupo sin que este cayese en manos de propietarios extranjeros (Time Warner y News Corp llegaron a pujar por él). Ambas operaciones, según denunció la oposición, estuvieron plagadas de irregularidades.

En 2015, Erdogan obligó al entonces primer ministro, Ahmet Davutoglu, a incluirlo en su Gobierno como Ministro de Energía. Los restantes miembros del Gabinete se quejaban de que, constantemente, el “yerno” se inmiscuía en asuntos de otras carteras. Precisamente, la operación que defenestró, en 2016, a Davutoglu partió del entorno de Albayrak. De repente, apareció un blog anónimo que acusaba al primer ministro de “deslealtad” y “traición” al presidente por no seguir sus planes. Pero no era tan anónimo: había sido lanzado desde la conocida como Mansión del Pelícano, a orillas del Bósforo, alquilada por el yerno como sede de una de sus organizaciones. En 2013 cuando los antiguos aliados de Erdogan, la cofradía de Fethullah Gülen, se lanzaron contra él mediante acusaciones de corrupción cuyas pruebas se basaban en pinchazos telefónicos incluso de las líneas privadas del mandatario.

Por eso, cuando entró en vigor el nuevo sistema presidencialista, el pasado junio, y las carteras económicas fueron unificadas bajo un nuevo superministerio, decidió colocar al frente a Albayrak. El nombramiento sentó como un tiro en el mundo de los negocios, especialmente en aquellos de capital extranjero. “Un gesto de poder gratuito”, lo definieron. Millones de dólares en inversiones financieras se volatilizaron en espacio de unas semanas, dando lugar a una seria crisis de su divisa

Pero la política también tiene su participación en este rechazo relativo. Erdogan convirtió el régimen en un régimen presidencial. Si no bastara con que los resultados del referéndum fueran ajustados, después, abusó del autoritarismo, especialmente después del fallido intento de golpe.

El intento de poner bozal a la prensa, las purgas entre maestros y jueces han aliado a los demócratas que temen que el régimen se convierta en una dictadura latente. La alianza de oposiciones se alimenta de este sentimiento. Los kemalistas vinculados al secularismo, los liberales y los kurdos, hicieron una alianza contra Erdogan. Sin estar realmente en la misma línea y esto es lo que puede repetirse en las elecciones legislativas y presidenciales.

Como lección en estas elecciones, no vemos cómo podría responder a las preocupaciones sobre las opciones políticas, porque eso es lo que quería al cambiar el régimen. Una forma de autoritarismo, personalización del poder. Estos resultados lo debilitan internamente e internacionalmente. De su reacción dependerá de futuro.

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