Las escuelas sirias, el objetivo de uno de cada dos ataques a centros educativos en el mundo

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Sin niños no hay futuro y, sin futuro, no hay nación. Siria se desangra y sus pequeños son las principales víctimas. Un nuevo ataque contra un centro escolar ha matado a 22 almas inocentes que se encontraban estudiando y aprendiendo en el momento del bombardeo. Un ataque inhumano contra quienes no tienen la culpa de la deriva de este país que lleva cinco años en guerra.

Desde que empezó el conflicto en 2011, los ataques a las escuelas y los hospitales han sufrido constantes ataques en Siria. Una práctica atroz, prohibida además por la Convención de Ginebra que regula las leyes y normas de la guerra. Según un análisis de Save the Children, más de la mitad de todos los ataques a escuelas en el mundo durante los últimos cuatro años se han producido en Siria.

Estos ataques han agravado la crisis humanitaria que ha forzado ya a cuatro millones de sirios a huir de sus casas hacia campamentos desbordados en países vecinos o hacia Europa.

El estudio de revela además que las escuelas dentro de Siria han sido bombardeadas indiscriminadamente, destrozadas, tomadas por grupos armados o convertidas en centros de tortura.

Durante los cuatro últimos años se han producido más de 4.000 ataques en escuelas dentro de Siria y 51 de los ataques registrados en el último año y medio han sido hacia escuelas en las que trabaja Save the Children.

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Las escuelas, esos espacios seguros y fuente de conocimiento en casi todos los países occidentales, se han convertido en Siria en blanco de los ataques de los grupos terroristas y las fuerzas gubernamentales. Ambas partes del conflicto son culpables de estos crímenes.

Entre las principales consecuencias de esta práctica está el descenso de los índices de escolarización. Antes del conflicto estaba entre los más altos del conflicto para caer en la actualidad a solo el 17% de los niños desplazados dentro de Siria va al colegio y en algunas de las áreas más afectadas baja hasta un 6%. Los frecuentes bombardeos obligan a menudo a suspender las clases durante días o semanas, o a desplazarlas a sótanos bajo tierra. Entre 2,1 y 2,4 millones de niños van muy poco o nunca a clase en Siria.

Para que los niños puedan aprender, en Siria es cada vez más común que las escuelas se alojen bajo tierra. La organización Save the Children, que apoya a trece escuelas de en la ciudad de Alepo, recuerda que ocho están bajo tierra. El objetivo es proteger a los pequeños de los bombardeos, ataques aéreos, bombas de cañón y fuego de artillería que alcanza regularmente zonas civiles.

Sin embargo, la atroces prácticas en la guerra siria también están golpeando estas estructuras mediante el uso de las llamadas “bombas anti-bunker”, que perforan entre cuatro y cinco metros bajo tierra antes de explotar. Incluso las escuelas que funcionan en sótanos son inseguras. Los niños y niñas de Siria están pagando un alto precio por un conflicto que no es suyo.

 

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