Abajo el positivismo, por qué estar triste o sentir rabia es bueno

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Cómo ser feliz cuando todo va mal, Entrenar tu cerebro para ser más optimista, Ser más feliz en 13 pasos… Internet está lleno de reveladores artículos que prometen barra libre de felicidad, independientemente de la realidad de cada persona. Parece que ser feliz ya no es un privilegio, sino que, en los últimos tiempos, se ha convertido prácticamente en una obligación social.

Estamos inmersos en una “happy era” en la que la que la tristeza no tiene cabida y dar muestras de ese malestar resulta inaceptable. Este optimismo socialmente impuesto está robando a la gente su derecho a sentirse mal y les está generando una sensación de culpabilidad. El mensaje imperante es “ser feliz es fácil, tan solo hay que ser positivo”, así que las personas deducen que si no son felices es por su culpa, porque no son capaces de ser positivos y si no lo hacen, se está haciendo mal.

Sin embargo, la irrupción de la Covid-19, sus consecuencias sociales y económicas y las medidas de confinamiento y distanciamiento social se lo están poniendo difícil incluso a los más optimistas. No es realista proyectar una imagen de felicidad en todas las circunstancias.

Según el psicólogo Buenaventura del Charco, a pesar de su amplia aceptación, el “postureo actitudinal positivista”, no es psicológicamente saludable: como todo postureo, niega la propia realidad con el único objetivo de lograr la aprobación de los demás, pero es de cartón piedra, de forma que en cuanto algo lo golpea, se descubre que por dentro está profundamente vacío”.

Algunas personas intentan omitir las emociones negativas porque son inquietantes y dolorosas, pero, lo cierto, es que son absolutamente necesarias para adaptarse y responder de manera eficaz a las dificultades vitales. La especie humana ha evolucionado, en parte, gracias a estos mecanismos mentales y negarlos no reporta ninguna ventaja psicológica. Sin embargo, existe una gran diferencia entre sentirse mal e instalarse en el malestar, ya que regodearse en lo negativo tampoco beneficia a nadie.

Se trata, más bien, de sentirse libre para experimentar y expresar sentimientos como la tristeza, el duelo, el miedo o el enfado. Dejar que completen su proceso, permitir que fluyan sin luchar, pero sin estancarse en ellos. Mostrarlos no hace a las personas más vulnerables, las hace más humanas y capaces de superar sus problemas y de recuperar el equilibrio en sus mentes y en sus vidas.

Buenaventura del Charco, que también ejerce como profesor de la Universidad de Granada, subraya que no existen fórmulas mágicas para ser feliz, ni listas de tips milagrosos, ni manuales de autoayuda infalibles. No hay una receta única, porque cada persona es diferente y, sobre todo, porque ser permanentemente feliz es una utopía.

Como la ciencia ya ha demostrado, determinados hábitos saludables, como el deporte, la meditación o el mindfulness, pueden ayudar a aumentar el bienestar, pero no son la clave de la felicidad. Algunas personas se refugian en estas u otras prácticas para huir de las emociones negativas, sin ser conscientes de que reprimiéndolas no las eliminan, sino que se quedan enquistadas y les impiden pasar página y continuar con su existencia y su aprendizaje vital. Para el psicólogo, “lo importante no son tanto los hábitos sino elegir honestamente qué queremos hacer con nuestra vida y afrontar aquello que nos pasa”.

Vivir en plenitud y ser honesto consigo mismo supone enfrentarse a la tiranía de la actitud positiva, liberando los sentimientos desagradables; ser sincero con la propia identidad y las necesidades individuales, y, por supuesto, ser consciente de los momentos realmente felices de la vida y disfrutarlos al máximo.

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