Consejos para defendernos psicológicamente de este tipo de actitudes

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Hace ya un año que un septuagenario recién llegado de Nepal fallecería en un hospital de Valencia a causa de una neumonía bilateral. Hasta dos semanas después no se pudo certificar el origen de esa afección: un nuevo coronavirus, al que entonces sólo se denominaba en los medios como covid.
A lo que ha pasado después se  considera ya la mayor tragedia en cuanto a víctimas mortales desde la guerra civil española. Lo certifican los casi 65.000 muertos confirmados oficialmente, que, podrían convertirse, según algunas fuentes en 80.000.
Confinamientos severos, crisis económica, enfermos en estado grave, cada día un nuevo aluvión de infectados, y en mitad de este escenario, algunas personas que continúan sus vidas ignorando el peligro de contagio. El suyo propio y el de los demás. Se les ha puesto el calificativo de irresponsables, pero la difusión en redes sociales de bodas, comilonas, fiestas y otros eventos en los que los participantes se exhiben sin protección alguna ha subido el tono de los epítetos.
Una gran parte de la sociedad siente rabia, frustración e ira por lo que considera actitudes egoístas que apenas se llegan a comprender. Para la psicóloga Pilar Conde tras estos actos se encuentran varias claves.
La primera nos lleva hasta la etapa vital en la que se encuentren las personas que los cometen, lo que determinará, a su vez, sus necesidades a satisfacer. Los jóvenes, a quienes más se relaciona con este tipo de conductas, se encuentran en una fase que se caracteriza por su necesidad de pertenencia al grupo. El disfrute y la asunción de riesgo son esenciales para ellos, y en el momento actual se ven privados de ellos. Por supuesto, no podemos olvidar la tentación de ir contra la norma.
Por otro lado, explica la directora técnica de Clínicas Origen Clinicas Origen, estas conductas pueden sostenerse en la incongruencia que observen en su entorno. Si por ejemplo, compañeros de clase se encuentran durante toda la jornada escolar en el mismo aula bajo un protocolo de seguridad, puede parecer lógico que piensen que al quedar con ellos fuera de clase, en grupo, con las mismas medias de protección,  se asuma el mismo riesgo.
Con respecto a los adultos, que tampoco se libran de conductas irresponsables, y que también las comparten en redes sociales, la psicóloga considera que tras ellas pueden encontrarse el cansancio y una actitud resignada hacia el riesgo. Es decir, quienes no cumplen las normas en un determinado momento están dando prioridad al bienestar personal que les pueda reportar este tipo de actividades. Cada persona, explica,  ha ido marcando su línea de prevención en relación a la asunción de riesgo, teniendo en cuenta no solo la posibilidad de contagio, sino también que aspectos de su vida quiere seguir preservando
Para Conde, son decisiones conscientes, que entrañan ciertos riesgos, pero que las personas están dispuestos a asumir.  Detrás de esta asunción de riesgo, y sin discriminar entre jóvenes y adultos, pueden encontrarse también creencias y cogniciones tipo “los de mi edad no se contagian”, “si me contagio es porque así tiene que ser” o “ a los jóvenes no les pasa nada con el virus”. Por supuesto, también, están comportamientos centrados en el propio bienestar, que no empatizan con el riesgo de las personas con especial vulnerabilidad frente a la covid19.
En este sentido, advierte la experta, es importante no dejarse llevar  por las sensaciones que nos producen las imágenes de personas incumpliendo las normas. Además de que sólo representan a una minoría, nos reportará mayor beneficio fijarnos en cómo se comporta nuestro entorno, nuestra familiar, nuestros amigos y compañeros de trabajo.
Hay que invertir nuestro orden de atención, dándole prioridad a las actitudes a imitar, a quienes dan ejemplo y en el bienestar personal que nos proporciona ayudar, con nuestro comportamiento, a poner freno a la pandemia:
Para reforzar esta actitud, desde Clínicas Origen nos dejan los siguientes consejos:
  • No generalizar, entender que es una noticia que no representa a la mayoría de la población.
  • Entender que ha podido motivar a esas personas a trasgredir las normas de seguridad, permite ver a la persona en su totalidad y no solo como una persona irresponsable.
  • Si es algo que es está sucediendo cerca de nosotros, podemos intervenir de manera asertiva, recordando las normas de seguridad establecidas en ese lugar.
  • Pensar que la visión que tu tienes es compartida por muchas personas, por lo que tu esfuerzo suma junto al de ese resto.
  • Centrarse en el bienestar que reporta el ser coherente con nuestras convicciones, actitudes y creencias.
Buscar culpables es una manera de gestionar lo que estamos viviendo, pero no es una manera saludable dado que nos genera enfado, rabia, frustración y retroalimenta el malestar emocional. La sanción, la crítica para la modificación del comportamiento a corto plazo puede ser efectiva, pero no genera un cambio interno de actitud, por lo que el abogar por conductas y actitudes de referencia, de heroísmo, tiene mayor probabilidad de generar un cambio significativo.
Retroalimentarnos en los irresponsables, finaliza Conde, nos hace perder energía que podría ser invertida en acciones que generasen un mayor impacto, así como potenciaría mayor bienestar en la comunidad.
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